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Mostrando entradas de febrero, 2015

LA SEMANA DE LA MARMOTA

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     Ya en el vientre de mi madre hube de tenerlo todo manga por hombro, como si lo recordara… el cordón por un lado, la placenta desordenada, yo (en bebé) en las posturas más extrañas... Así lo continúe en mi infancia y adolescencia. Los cuadernos, libros y ropa se hacían un hueco en mi pequeña habitación, siempre con el miedo (tras la amenaza constante) de ser enviados a la basura por mi ordenada y amenazadora madre.          Cuando me independicé, me convertí en la mujer más ordenada del mundo… Ja!! Sin nadie a quién dar explicaciones (mi esposo es la paciencia y la serenidad en estado puro), pues imagínate. A ver, tampoco os paséis, que os ponéis a imaginar y tenéis un peligro… No tengo cajas de pizza tiradas por el suelo, ni colillas (en plan casa yanki de estudiantes universitarios), pero que mi ropa podría estar más colocadita, pues sí.          ¿Y a que viene esto? Pues viene a que la enfermería no me ha ayudado en nada con este problemilla. Los cambios de turno y el li

Un poco de frivolidad para estos tiempos revueltos

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      Lo reconozco. Soy de esas mujeres que cuando tienen un evento (y con ello incluyo una cena en casa), se devana los sesos por la problemática universal, y tirando a femenina, del «qué narices ponerme si no tengo nada».       Y eso me lleva a pensar en la suerte que tengo de trabajar en pijama. La de migrañas que me ahorra y gasto en trapos varios, que ya de por sí es insultante.       Reconozco que cuando empecé en esta profesión y era una veinteañera presumida, me daba un poco de envidia compartir vagón de tren con gente que iba con modelazos a la oficina y me decía a mí misma que me había equivocado de profesión, que yo tenía armario para lucirme. Pero ahora, con unos añitos más, y más liada que Arturo Valls, me alegro infinito de todos las tardes calzarme mi pijamita y ¡al tajo!      Hasta reconozco que algunos días repito la indumentaria con la que iba el día anterior… ¡Esperad, no dejéis de leer y me cataloguéis de cochinaza! Pensad que hay días en que me