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Mostrando entradas de 2015

Sal de mi vida reggaeton!!

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         Os lo prometí y yo (si me acuerdo) soy de cumplir mis promesas. Os prometí que ya os describiría como acontecían mis noches en la soledad y urgencia de la diálisis. Y en ellas me hallo.          Como dicen por aquellos lares: «ya no eres virgen», «ya te has estrenado», «ya eres mayor» , claro que ¡menudo estreno! no puedo yo estar tranquilita, no...          Lunes noche. Después de un puente relajante en mi Villarejo del Valle, afronto mis cuatro noches con valentía y un dolor de cabeza incipiente de tanto apretar las mandíbulas durmiendo soñando con máquinas.          Me encuentro a mis cuatro compañeros con cara de susto disimulado.          —¿Qué pasa?          —No, nada —me dice la más joven y verde como yo—, tienes que poner un hemofiltro en UVI. Pero tú no te preocupes te hemos llevado todo. Tienen que avisarte porque han de cogerle primero el catéter.          Quien no sea enfermero, o incluso si lo es, no entenderá nada. Pero en cristiano sona

C´est la vie

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        Soy enfermera y me enfermo cada vez que lo pienso, ese es el nombre de mi blog —al que tengo abandonado desde tiempos inmemorables (perdón lectores míos)—. Eso ya lo sabíais, no os descubro nada nuevo, pero y si... resulta que... a lo mejor... (escribo con la precaución de no lanzar campanitas al vuelo no vaya a ser que me caigan en la cabeza).           ¿Y si ya no enfermo cada vez que pienso que soy enfermera? ¿Qué sentido tendría este blog? ¿Realmente me habré curado? No sé, no sé.          Lo que sí sé es que voy contenta a trabajar (aunque las L me siguen gustando más, infinitamente más, y eso que apenas las cato).          Lo que sí sé es que estoy aprendiendo mucho.          Lo que sí sé es que he recuperado mi hábito del canturreo mientras trabajo.          Lo que sí sé es que no me duelen (con tanta asiduidad) la espalda, ni la cabeza, ni las piernas.          Lo que sí sé es que vuelvo a gastar bromas a los pacientes, a hacer el payaso y a preocuparme

NO QUIERES CALDO, DOS TAZAS.

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        Harta estaba de oír los tópicos castellanos, tengo una madre que creo que se los sabe todos, pero con la edad me empiezo a dar cuenta de que esas frases heredadas de nuestros antepasados esconden más verdades que La enzima prodigiosa.          ¿Sabéis que me he cambiado de hospital? Pues sí, me armé de valor y decidí optar por el cambio. Ahora bien, una cosa era el hospital y otra muy distinta el destino final, el servicio en el que me tocaría trabajar.          Fueron unos días de locos. Todo el mundo pendiente del BOCAM, para en el mismo momento en el que saliera la resolución, renunciar a tu hospital e ir al día siguiente al nuevo... Y si no lo sabéis, lo del papeleo, y tanta visita a "impersonal" (como he re-bautizado a la unidad de personal), pueden hasta con los nervios de Mimosín.          Para darle un gotita más de emoción, había que llegar el primero al nuevo hospital para elegir el servicio. Como veis, un método de elección de los más justo, cur

MARAÑAS

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         Hoy he renunciado a trabajar en mi hospital. Hoy he ido y he pedido el cese. Mañana me incorporaré en otro área y debido a la rapidez con la que se ha acontecido todo, a estas horas del final de este último día, desconozco que sentir.          Comprendo que habrá gente que asuma los cambios al ritmo que estos se producen, pero no es mi caso. Cuando viajo a algún país extranjero tardo días en percatarme de que no estoy en España; pues bien, mañana viajo a mi extranjero laboral. A un extranjero incierto, incógnito, porque yo no conozco más que mi antiguo planeta. Y sigo sin saber qué sentir.          Catorce años, y sumándole tres de la carrera, por esos viejos pasillos que terminan en habitaciones y despachos con las mismas arrugas. Un  macro hospital, con miles de trabajadores anónimos, pero rara vez no conozco una cara cuando camino por allí. Un hospital en el que nací como enfermera, y aprendí, me ilusioné, me motivé, pero también, me cabreé, me cansé,

Lo que no se cuenta de las habitaciones del hospital.

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        Las habitaciones en éste, mi hospital, son tan pequeñas que en ocasiones cuando el paciente es obeso se impide que ingrese nadie más en la cama de al lado porque no entran dos… Daos cuenta.          El aseo de nuestras “suites” no tiene ducha, ni ventana, y si se quieren lavar, en serio, y no como los gatos, han de ir a la ducha compartida (por turnos, no como en la cárceles, algo de nivel tenemos).          Imaginaos la de cábalas que hacemos con el mobiliario para introducirnos el aparato de la tensión y nosotros, y no os digo nada el electro o el desfibrilador. En una ocasión la intensivista (médico de UVI que llamamos cuando hay una parada), antes de saludar (suelen ser de lo más majos), no había puesto un pie en la habitación cuando gritó:          —¡Sacad los muebles! —De primeras nadie la hizo caso, creíamos que sería cosa suya, una especie de lema, pero cuando lo volvió a gritar con cara de pocos amigos (cosa rara, rara), los armarios y sillones salieron

LA SEMANA DE LA MARMOTA

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     Ya en el vientre de mi madre hube de tenerlo todo manga por hombro, como si lo recordara… el cordón por un lado, la placenta desordenada, yo (en bebé) en las posturas más extrañas... Así lo continúe en mi infancia y adolescencia. Los cuadernos, libros y ropa se hacían un hueco en mi pequeña habitación, siempre con el miedo (tras la amenaza constante) de ser enviados a la basura por mi ordenada y amenazadora madre.          Cuando me independicé, me convertí en la mujer más ordenada del mundo… Ja!! Sin nadie a quién dar explicaciones (mi esposo es la paciencia y la serenidad en estado puro), pues imagínate. A ver, tampoco os paséis, que os ponéis a imaginar y tenéis un peligro… No tengo cajas de pizza tiradas por el suelo, ni colillas (en plan casa yanki de estudiantes universitarios), pero que mi ropa podría estar más colocadita, pues sí.          ¿Y a que viene esto? Pues viene a que la enfermería no me ha ayudado en nada con este problemilla. Los cambios de turno y el li

Un poco de frivolidad para estos tiempos revueltos

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      Lo reconozco. Soy de esas mujeres que cuando tienen un evento (y con ello incluyo una cena en casa), se devana los sesos por la problemática universal, y tirando a femenina, del «qué narices ponerme si no tengo nada».       Y eso me lleva a pensar en la suerte que tengo de trabajar en pijama. La de migrañas que me ahorra y gasto en trapos varios, que ya de por sí es insultante.       Reconozco que cuando empecé en esta profesión y era una veinteañera presumida, me daba un poco de envidia compartir vagón de tren con gente que iba con modelazos a la oficina y me decía a mí misma que me había equivocado de profesión, que yo tenía armario para lucirme. Pero ahora, con unos añitos más, y más liada que Arturo Valls, me alegro infinito de todos las tardes calzarme mi pijamita y ¡al tajo!      Hasta reconozco que algunos días repito la indumentaria con la que iba el día anterior… ¡Esperad, no dejéis de leer y me cataloguéis de cochinaza! Pensad que hay días en que me

GRIPE SE ESCRIBE CON A

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       Hay una absoluta protagonista estos días por el hospital. Y no es ni Belén Esteban y lo que cobra por malograrse en Gran Hermano VIP (¿de verdad VIP?... ¡qué bajo tenemos el listón, madre santa!), ni Cristina Pedroche y su aparente gordura (para mí quiero sus kilos), ni Sovaldi, ni Olysio (los nuevos tratamientos de la hepatitis C que inexplicablemente no llegan a España). No, estas dos últimas semanas en mi hospital, y podría aventurar que en todos los de España, la absoluta estrella es la GRIPE que se apellida A.                  Los pasillos de las Urgencias están como los de los centros comerciales en Navidad. Las citas de atención primaría se demoran días por el colapso, y ¿todavía dicen los expertos que no hay datos de epidemia?… Porque es lo que dicen y yo a los expertos los creo...  entonces ¿qué estamos haciendo mal para que haya tal nivel de saturación? Se me ocurre: cerrar plantas, consultas, ir justitos y a la que hay un imprevisto caer al vacío sin paracaída