7 Enero 2014… ¿Qué tal los reyes?
Esta
tarde me ha sucedido lo que nunca, en siete años que llevo en esta planta, que
más bien podría parecerse a un infierno, nunca me había ocurrido esto. Es
alucinante…
¡He
llorado porque se iba un paciente! (vivo, quiero decir).
Siete
años, y nunca me ha dado pena… generalmente todo lo contrario, incluso por lo
bajini alguna vez hemos soltado esa certera frase «¡ay! tanta paz lleves, como
descanso dejas». Pero esta vez me ha dado tanta lástima que me he visto
abrazando al padre del paciente, a su madre, a su hermano, y llorando, ellos y
nosotros en el medio del pasillo. Es un caso digno de estudio, y de que lo
cuente.
La
vida se les ha complicado de la manera más tonta, (jugando a un deporte en
auge), y se han visto día y noche atendiendo a su familiar. Turnándose,
aprendiendo técnicas y palabrejas médicas que probablemente nunca pensaron que
iban a conocer… Sin dejarle ni un momento a solas. Para que os hagáis una idea,
llevo doce años siendo enfermera y este es el caso más impactante que he vivido
nunca. Recuerdo que el día que apareció el paciente en planta me fui llorando a
casa.
¿Nos
han gritado? ¿Nos han puesto quejas? ¿Nos han insultado?
¡No!
¡Urra! , y estoy más que convencida de que ocasiones para ponerse nerviosos han
tenido. Cuatro meses dan para mucho… cuatro meses conociendo cada día una cara
nueva, a cual más perdida, y sufriendo el cambio al “engorroso” (me ahorro lo
que pienso realmente) programa informático. Es que os prometo que estamos
abstraídas por el ordenador, ya ni hablamos entre nosotras. Una compañera me contó
que una mañana un familiar que esperaba en el mostrador a ser atendido,
advirtiendo que las dos enfermeras que tenía en frente no le hacían ni caso
porque estaban intentado aclararse con el dichoso programita, soltó en alto:
¡Míralas! ¡Si es que están poseídas!
Lo
sorprendente es que me sorprenda, eso es lo que os quiero hacer ver. En
principio a todo el que se decanta por la rama sanitaria le gusta el trato con
la gente, salvar vidas, curar, paliar el sufrimiento, podría decirse que somos
(perdonadme que me incluya) bastante humanos. ¿Cómo es posible que yo, que
lloro hasta cuando los niños cantan el gordo de la lotería, sólo me haya
emocionado hoy?
Pues
porque aquello es una batalla campal, es una guerra entre familiares y
pacientes contra nosotros. Rara es la tarde que no te tienes que ponerte la
montera, coger la capa y torear al familiar insistente que está amenazándote
con ponerte una queja porque le han traído gelatina con la cena y el afectado odia la gelatina, y sólo come
natillas (caso verídico).
En
fin, que estoy contenta por haber llorado. Pensaba que era ponerme el pijama
del hospital y convertirme en una estalactita, pero ¡no!... va a ser que el
problema es otro… ¿Lo resolveremos? Ya os iré contando.
Irene Ferb.
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